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jueves, 25 de septiembre de 2014

VOLANDO VOY, VOLANDO VENGO

¡Queridos lectores de este rinconcito!
 
Hoy voy a hablaros de viajes y de ideas. O más bien de las ideas que surgen cuando estamos de viaje.

Volando en el avión a nuevos destinos, con ilusión, esperanzas y muchas ganas.

Vengo en otro avión con escenas, diálogos, miradas, asfixia en el pecho y latidos intermitentes... 

Y entre medio:

—¡Oh, my godddd! No se podrán callar estas malditas voces durante unos minutos. ¡¡¡Salid de mi cabezaaaaaa!!!

Ya perdí la cuenta de las veces que mi mente ha volado por otros lugares estando de vacaciones.

¿Os ha pasado alguna vez, viajar a un determinado lugar y que dentro de tu cabeza comiencen a volar ideas para futuras novelas?

Incluso hay escritores (aquellos que se lo pueden permitir dada su cuenta corriente), que viajan al lugar elegido para ambientar sus tramas y así poder documentarse a gusto.

Yo aprovecho mis vacaciones en pareja para reagrupar información. Disfruto del viaje, saco fotografías, anoto ideas, pincelo momentos…

Vuelvo loco al heavy diciéndole que saque una foto allí y otra desde allá. Y a una escultura y a toda la plaza, y a…

—¡Pesadaaaa, toma la cámara y sácalas tú!

Soy de las que piensa que cuando viajamos conocemos otros ambientes, descubrimos lugares, costumbres, personas diferentes. Al viajar tenemos la oportunidad de ampliar nuestro registro mental para futuras gotas de inspiración. Hasta aquí todo perfecto ¿verdad?

Incluso cuando viajo, cruzo los dedos para que el lugar al que voy me inspire a mi vuelta.

Sin embargo, cómo me fastidia cuando el lugar al que viajo me inspira tanto que no dejo de anotar ideas, escenas y diálogos en una libreta. Porque yo quería que eso sucediese tras haber regresado, o en el avión de vuelta a casa para no percibir tan fuertes las malditas turbulencias 

(Menuda vuelta Dublin-Bilbao, acojonadita perdía…nos vamos a estrelllarrrr, voy a morir y aún no he publicado Susurros! Tengo que mandarle a Isi el manuscrito yaaa!)

Pero NO estando in situ allí.

Ya sabéis, porque lo he contado otras veces en entradas anteriores, que cuando viajé a Alemania y pisé cierto territorio en Berlín, las ganas de escribir me absorbieron. Al llegar al hotel tuve que vaciarme. Sí. No hubo otra opción. Gracias a esa aventura cobró vida Susurros al pisar suelo cántabro. Nació en la parte este de Berlín, en una habitación cualquiera, sobre una colcha nórdica blanca cualquiera. Pero creció en Cantabria.

Sin embargo este año en Irlanda…

Me he pasado todas las vacaciones con la cabeza en otro lado. Da igual lo que vieran mis ojos. De todo quería foto, de todo quería apuntar cosas, ¿de todo?

¡De todo!

Me he pasado volando todo el viaje. Con los pies en la tierra y la cabeza en las nubes. Escuchando las conversaciones de los que me rodeaban desde lejos. Porque mi mente estaba en otra parte. El heavy ya me conoce pero creo que algunos de mis compañeros de viaje se han debido de pensar que soy idiota. 

Pero es que no podía dejar de imaginar con los ojos abiertos la historia que comenzó a nacer en mi interior.

Por más que grité a R y A para que se callaran, no hubo forma. Los muy hijos de… se empeñaron en gritarme sus sentimientos para joderme el viaje. 

¿Tanto para chafármelo? ¡NO! Habla mi lado melodramático...

Pero si es verdad que me hubiera gustado quedarme más tiempo. Saborear más cada rinconcito a descubrir. Y que justo el pueblo en el que lo voy a ambientar no hubiese sido solo un trayecto de paso con tiempo para tomarme una pinta de Guinness y salir pitando al punto de reunión.

Es lo que tienen los viajes organizados…Sube, baja, camina, autobús, foto, baño, autobús, café, (cervezaaa), baño, autobús, foto, camina…

Por eso quiero volver a Edimburgo, tumbarme en Princess Street Garden a leer o escribir, volver a las Highlands con sus praderas y su Kilt Rock en la isla de Skye, a Glasgow: esa ciudad tan proletaria con sus tiendas de ropa gótica, ohhh, yeahhh! 

Por eso quiero volver a Berlín.

Por eso quiero volver a Irlanda, a Dublín y su zona Temple. Por eso quiero volver a los pueblecitos costeros con pubs originales, a los acantilados de Moher, a las casas victorianas y sus enormes jardines (y que lo de escribir bajo cierta cúpula en el jardín no hubiese sido solo un posado para la foto, sino haber tenido horraassss para estar allí, y con Maite Belda a mi lado escribiendo conmigo, hubiera sido taaan genial…), a las calles de Belfast que guardan tanta historia en ellas.

Por eso quiero regresar a Bruselas con su cerveza mágica y su chocolate exquisito, (culpa de Maite y sus fotos), a Brujas, Gante, Ámsterdam, a los pueblecitos donde las galletas están buenísimas y el queso...ains… A los pueblecitos de polders donde ondean los molinos de viento, a Marken, a Volendam, a caminar por el pueblo maqueta de Zaanse Schans…

Sí, quiero volver a todos los lugares en los que he estado. Excepto a Italia y a algunos lugares de Alemania. Eran bonitos, sí. ¿Se clavaron dentro de mí? No. 

Irlanda…

¡Oh, Irlanda!

Cómo me hubiera gustado sentarme en el porche de alguna de las casas que veía desde el autobús. O bajarme y llamar a la puerta y en el peor inglés de la historia decirles a los dueños: 

—Perdone, ¿me prestaría su porche de madera y cristales con vistas a la perfecta naturaleza, para sentarme a escribir? Solo va a ser un ratito de verdad…¡¡¡Lo necesitoooo!!

Cómo me hubiera gustado sentir en mi piel la brisa del mar al observar el infinito desde los acantilados, durante horas... Sentir la niebla y sus gotitas de agua en mi piel, la lluvia fina, por más tiempo. El tic tac del reloj aconteció demasiado deprisa. En un pis-pas, chao! vacacionessss!

Quizá por eso no dejo de pensar en esa historia. Quizá por eso R y A no dejan de hablar, de taladrarme el cerebro, medio líquido ya.

Quizá, quizá, quizá…

Pero lo siento por ellos…

Sí, habéis escuchado bien R y A. Lo siento por vosotros. A y G estaban primero. Y por mucho que pataleéis en vuestra historia aún tengo que atar muchas cosas.

Viajes, ideas, divagaciones, locuras…

Esa sensación que se te mete en la sangre cuando quieres escribir y no puedes, y te vuelves una tarada impaciente que intenta silenciar sus pensamientos a golpe de Guinness. La mía, la de la señora mayor de 70 años que dio un sorbo y no quiso más… Y ahora a bajar las plantas de la Guiness Store House, andando… ¿Dónde está el ascensor?

Y de regreso al hotel…

—¿Es un leprechaun lo que tengo en mi hombro izquierdo? ¡Ay, madre! esto de no estar acostumbrada al alcohol…

¿Y vosotros? Habéis sentido ese cosquilleo en la sangre incitándoos a escribir estando de viaje?

¿A qué lugares quisierais regresar para documentaros a gusto, para perderos entre sus calles?

Tiempo ilimitado...

Un abrazo a todos, y mil gracias a los que siempre están al otro lado de la línea...

viernes, 19 de septiembre de 2014

SUEÑOS, ÉXITOS Y FRACASOS

Hoy os quiero hablar de los sueños, de los éxitos y de los fracasos.
 
Aquellos que me leéis, sabéis que entre las letras de las distintas secciones de este blog hay escondido un sueño. Un sueño susurrante del que os he hablado y del que al final de estas letras os contaré un poco más.

¿Preparados?

Creo que la vida es una continua sucesión de sueños, éxitos y fracasos. Sea cuál sea el ámbito de nuestros sueños, tenga que ver con lo artístico o no. Por ello el día a día de un escritor no podía ser menos.

No importa si eres un escritor novel o uno experimentado y publicado. O si eres tan solo un proyecto de escritor aún en maduración, como es mi caso. Seguro que todos los que leéis y paseáis por este rincón, si vuestro hobbie es la escritura, sabréis de lo que hablo.

Sueños: aquellas ideas que nos mantienen vivos y esperanzados, aquellas escenas e imágenes que se van sucediendo tras nuestra retina y que nos hacen sonreír unas veces, y temblar de nervios por escribir en otras tantas. Incluso gritar desesperados y llorar.

Éxitos: aquellos relatos, novelas cortas o largas, sagas, bilogías, trilogías, cualquier idea planeada llevada a buen puerto y finalizada.

Fracasos: todas aquellas ideas que no llegan a ser lo que queremos que sean. Todos aquellos retos literarios que nos marcamos y que por diferentes motivos no se materializan. Concursos que no ganamos, concursos a los que no optamos por no finalizar nuestros trabajos…

Nuestro día a día literario, al igual que la vida, es la sucesión y unión de estos sueños, éxitos y fracasos. 

— ¡Qué exagerada! Comparar la escritura con la vida…

Pues para mí sí, queridos lectores…

A veces la escritura forma parte de nuestra vida hasta tal punto que si no escribimos, nos falta esa chispa que la hace completa y feliz. Es lo que me sucede a mí cuando no escribo. Si no fuera por mi hobbie literario estoy más que segura de que yo no sería la persona que soy ahora. Sería otra versión diferente de misma, incluso quien sabe si una versión mejor, pero no la Rebeca que soy.

Y es esa continua sucesión de sueños, éxitos y fracasos quien moldea mi personalidad y me hace ser como soy.

La clave que nos diferencia un poquito está en cómo nos enfrentamos a los determinados sucesos que componen nuestro día a día. 

A veces nos desanimamos y lo vemos todo negro, suele pasarme muy a menudo, pero al final como he dicho en otros artículos, siempre acabo resurgiendo. Es esa mezcla entre utopía y cabezonería o testarudez, la que me caracteriza.

Sé que nadie regala nada, la vida tampoco lo hace. Para que algo bueno te suceda tienes que propiciarlo con mucho tesón. Trabajar duro y luchar con sangre, sudor y lágrimas (sí, yo siempre ¡tan dramática!).

Por eso sé que en este devenir literario habrá muchos sueños. Quizá pasen a la lista de cumplidos (oh, yeahhh!!), quizá sigan esperando su momento, quizá no se cumplan nunca…pero no será porque yo no haya luchado por ello.

Además, todo ser humano sabe que aquello que cuesta conseguir, aquello por lo que nos dejamos la piel, el sudor y la sangre en la batalla, suele ser al final del camino lo más gratificante de todo.

Porque importa mucho llegar a la meta, pero no seríamos nada si no grabásemos en nuestra memoria a fuego lento cada paso pronunciado. Son esos momentos los que nos llevaremos con nosotros algún día.

Quizá en unos meses pueda tachar de la lista de sueños a medio cumplir uno de mis proyectos. He trabajado mucho en él. Corregido, eliminado partes, dado mil giros. Primero sin enseñarlo y después tras haberlo mostrado. 

He llevado a cabo tantos cambios que al final he dudado de si serviría para algo todo lo escrito. Luego, enciendo el telediario y me doy cuenta de que sí. De que lo que he escrito sigue siendo necesario. 

Y ahora mi querida y angelical: Isabel del Río Sanz (escritora que ya estáis tardando en descubrir aquellos que no la conozcáis aún), está corrigiendo ese proyecto, embelleciéndolo, para que así como dice ella: ¡sin epidural ni nah! Salga a luz y ser parido.

Tengo mucho miedo y también mucha expectación, pero ante todo  un vértigo que revolotea dentro de mí porque entregaré un trabajo bien hecho. Que pueda gustar más o menos…qué le vamos a hacer…¡no soy perfecta! Me queda MUCHO por aprender. Pero mi primera vez quería que todo estuviese perfecto y para eso hay que trabajar con un profesional. Una profe mala que te diga tus cosas buenas, pero también que te señale todas tus cosas malas, todos tus defectos, todo lo que falta para que llegue a ser ALGO. Así que gracias a Isabel por todo ello.

Mi única pretensión con estos susurros es que el lector disfrute de la aventura y reflexione. Y después de todo, aunque le decepcione el viaje, si piensa más de la cuenta…¡con eso ya me doy un canto en los dientes! 

—Pero aún queda muuccchooo por hacerrr…

Porque yo misma no soy más que una continua sucesión de sueños, éxitos y fracasos. Y los que estáis ahí, al otro lado, alimentáis todos esos sueños. ¡Gracias por acompañarme!

Y¿ vosotros?

¿Con qué soñáis, cuáles son vuestros éxitos y cuáles aquellos fracasos por los que aún seguís luchando?

¡Contadme! ¡Soy toda ojitos!

lunes, 8 de septiembre de 2014

LA CHISPA QUE SE ENCIENDE...LA VELA QUE SE APAGA...

¡Estoy de vuelta! O eso pretendo ;-)

¿Qué tal vuestro verano?

Regreso después del parón vacacional para hablaros de esas ideas que nacen de una pequeña chispa, sea cual sea. Chispa que, después de un tiempo en barbecho, se va difuminando poco a poco en nuestro cerebro hasta que somos conscientes de que la vela que la mantenía encendida...se ha apagado.

Así, ¡sin avisar!

(Poner aqui gif trágico, chica que se agarra el pecho como si no pudiera respirar)  xD

La chispa que se enciende...la vela que se apaga...

¿Cuántas ideas hemos apuntado en diferentes libretas?

¿Cuántas ideas descabelladas hemos pensado que eran la mega pera, y con el paso del tiempo se han quedado en meros apuntes emborronados?

Estos días están siendo de reflexión. Estoy corrigiendo ciertos Susurros, después del Informe de Lectura de mi querida Isabel, y no hago más que preguntarme sobre si esas ideas, que tengo almacenadas esperando su momento, servirán de algo.

Sí, en estos momentos soy todo dudas. Aunque... ¿dejo en algún momento de serlo?

Ideas.

Divagaciones.

Locuras.

Cuando ese pensamiento fugaz deja de ser “LA IDEA”, ya no podemos hacer nada por rescatarla del fondo de nuestra carpeta negra. Aquello que nos parecía grandioso, con el paso del tiempo, ha dejado de serlo. Y entonces intentamos pincelar esa chispita de energía con matices diferentes, sumándola a otras divagaciones, a otras locuras; pero no funciona. 

¿Por qué?

Porque nosotros ya no somos los mismos. Porque cada día y cada segundo de vida nos cambian. Aquello que en un momento sentimos como importante, con nuevos minutos tras nuestro pecho, deja de parecérnoslo. Aquello que nos ha hecho llorar ahora ya no consigue removernos, aquello que nos ha hecho sonreír extasiados y dar saltitos de alegría ya no consigue hacernos mover ni un solo músculo. La chispa ya no alimenta a NUESTRA MAGNÍFICA IDEA.

¿Qué hacer cuando la vela se apaga?

En mi caso a veces la dejo apagarse, sin más. Porque al repetirla una y otra vez deja de parecerme una buena idea.

Sin embargo, cuando esa idea ha significado mucho para mí…Cuando ha sido mi sueño por cumplir durante mucho tiempo, me duele ver cómo se va apagando de a poquito. Es duro dejarla suelta y que otras nuevas historias cobren más fuerza en mi cabeza. Me siento como si estaría traicionando a esa chispa que nació en mí.

Incluso a momentos dudo de si estaré haciendo lo correcto. Dudó y pienso que tal vez sería mejor pelear por esa idea hasta el final, antes de empezar otra cosa.

Y es justo, en ese momento, después de un bajón de moral considerable, cuando intento rescribirla, cuando intento acariciarla con otro enfoque…

¿Resultado?

No termino nunca de escribir. Escribo, borro, corrijo, escribo, tacho…Y vuelta a empezar. No estoy a gusto con lo que estoy escribiendo. Y si no me gusta a mí…Dudo que pueda gustarle a alguien.

A día de hoy, solo dos ideas han madurado. Ambas han sido empezadas y terminadas en un corto espacio de tiempo.  

Quizá esta sea la clave de mi propio éxito.

Si una de mis ideas no avanza cuando me pongo frente al ordenador, se atasca, y por más que lo intento no consigo que cobre la vida que yo quiero, quizá sea porque no es su tiempo. Ni su lugar, ni su espacio.

Cuando una idea no nace es mejor pasar a otra. Pensar que si tiene que llegar su momento, así será.

Porque siempre, las velas que se apagan son proporcionarles a las nuevas chispas que se encienden.  O en ello mantengo mi esperanza. Solo hay que dejarlas ir, libremente. Como a aquellas personas que más queremos. Para seguir adelante hay que liberarse de todas las ataduras, y con las ideas literarias debemos hacer lo mismo. Para que otras cosas prosperen, debemos dejar de sujetar amarres que no nos llevan a ningún sitio y trazar nuevos caminos. Al menos intentarlo...

Aunque nos pongamos nostálgicos, aunque bufemos como gatitos enfadados, aunque no queramos y nos aferremos a su abrazo y nuestra historia con esas ideas sea un tira y afloja, un ahora te cojo, luego te suelto...Llegará el momento en el que debamos dar un paso hacia adelante y no mirar atrás...

Para mí ha sido duro darme cuenta de que esa idea que yo creía la mega pera no tendrá su lugar por ahora. 

Porque no sé cómo contarla, para qué contarla, para quién...porque no hago más que enredarla y esos giros no me llevan a ningún sitio. Siempre estoy en el mismo punto de partida.

Resultado: Nanowrimo failed. Muchas páginas escritas con las que no estoy contenta.


¿Os ha pasado alguna vez? 

¿Habéis sentido la llama de vuestra vela literaria apagarse? ¿Os habéis sentido bloqueados cuando esa idea no avanza y sentís que debéis dejarla marchar?


Un abrazo a todos, y ¡gracias infinitas por leerme!