VOLANDO VOY, VOLANDO VENGO

¡Queridos lectores de este rinconcito!
 
Hoy voy a hablaros de viajes y de ideas. O más bien de las ideas que surgen cuando estamos de viaje.

Volando en el avión a nuevos destinos, con ilusión, esperanzas y muchas ganas.

Vengo en otro avión con escenas, diálogos, miradas, asfixia en el pecho y latidos intermitentes... 

Y entre medio:

—¡Oh, my godddd! No se podrán callar estas malditas voces durante unos minutos. ¡¡¡Salid de mi cabezaaaaaa!!!

Ya perdí la cuenta de las veces que mi mente ha volado por otros lugares estando de vacaciones.

¿Os ha pasado alguna vez, viajar a un determinado lugar y que dentro de tu cabeza comiencen a volar ideas para futuras novelas?

Incluso hay escritores (aquellos que se lo pueden permitir dada su cuenta corriente), que viajan al lugar elegido para ambientar sus tramas y así poder documentarse a gusto.

Yo aprovecho mis vacaciones en pareja para reagrupar información. Disfruto del viaje, saco fotografías, anoto ideas, pincelo momentos…

Vuelvo loco al heavy diciéndole que saque una foto allí y otra desde allá. Y a una escultura y a toda la plaza, y a…

—¡Pesadaaaa, toma la cámara y sácalas tú!

Soy de las que piensa que cuando viajamos conocemos otros ambientes, descubrimos lugares, costumbres, personas diferentes. Al viajar tenemos la oportunidad de ampliar nuestro registro mental para futuras gotas de inspiración. Hasta aquí todo perfecto ¿verdad?

Incluso cuando viajo, cruzo los dedos para que el lugar al que voy me inspire a mi vuelta.

Sin embargo, cómo me fastidia cuando el lugar al que viajo me inspira tanto que no dejo de anotar ideas, escenas y diálogos en una libreta. Porque yo quería que eso sucediese tras haber regresado, o en el avión de vuelta a casa para no percibir tan fuertes las malditas turbulencias 

(Menuda vuelta Dublin-Bilbao, acojonadita perdía…nos vamos a estrelllarrrr, voy a morir y aún no he publicado Susurros! Tengo que mandarle a Isi el manuscrito yaaa!)

Pero NO estando in situ allí.

Ya sabéis, porque lo he contado otras veces en entradas anteriores, que cuando viajé a Alemania y pisé cierto territorio en Berlín, las ganas de escribir me absorbieron. Al llegar al hotel tuve que vaciarme. Sí. No hubo otra opción. Gracias a esa aventura cobró vida Susurros al pisar suelo cántabro. Nació en la parte este de Berlín, en una habitación cualquiera, sobre una colcha nórdica blanca cualquiera. Pero creció en Cantabria.

Sin embargo este año en Irlanda…

Me he pasado todas las vacaciones con la cabeza en otro lado. Da igual lo que vieran mis ojos. De todo quería foto, de todo quería apuntar cosas, ¿de todo?

¡De todo!

Me he pasado volando todo el viaje. Con los pies en la tierra y la cabeza en las nubes. Escuchando las conversaciones de los que me rodeaban desde lejos. Porque mi mente estaba en otra parte. El heavy ya me conoce pero creo que algunos de mis compañeros de viaje se han debido de pensar que soy idiota. 

Pero es que no podía dejar de imaginar con los ojos abiertos la historia que comenzó a nacer en mi interior.

Por más que grité a R y A para que se callaran, no hubo forma. Los muy hijos de… se empeñaron en gritarme sus sentimientos para joderme el viaje. 

¿Tanto para chafármelo? ¡NO! Habla mi lado melodramático...

Pero si es verdad que me hubiera gustado quedarme más tiempo. Saborear más cada rinconcito a descubrir. Y que justo el pueblo en el que lo voy a ambientar no hubiese sido solo un trayecto de paso con tiempo para tomarme una pinta de Guinness y salir pitando al punto de reunión.

Es lo que tienen los viajes organizados…Sube, baja, camina, autobús, foto, baño, autobús, café, (cervezaaa), baño, autobús, foto, camina…

Por eso quiero volver a Edimburgo, tumbarme en Princess Street Garden a leer o escribir, volver a las Highlands con sus praderas y su Kilt Rock en la isla de Skye, a Glasgow: esa ciudad tan proletaria con sus tiendas de ropa gótica, ohhh, yeahhh! 

Por eso quiero volver a Berlín.

Por eso quiero volver a Irlanda, a Dublín y su zona Temple. Por eso quiero volver a los pueblecitos costeros con pubs originales, a los acantilados de Moher, a las casas victorianas y sus enormes jardines (y que lo de escribir bajo cierta cúpula en el jardín no hubiese sido solo un posado para la foto, sino haber tenido horraassss para estar allí, y con Maite Belda a mi lado escribiendo conmigo, hubiera sido taaan genial…), a las calles de Belfast que guardan tanta historia en ellas.

Por eso quiero regresar a Bruselas con su cerveza mágica y su chocolate exquisito, (culpa de Maite y sus fotos), a Brujas, Gante, Ámsterdam, a los pueblecitos donde las galletas están buenísimas y el queso...ains… A los pueblecitos de polders donde ondean los molinos de viento, a Marken, a Volendam, a caminar por el pueblo maqueta de Zaanse Schans…

Sí, quiero volver a todos los lugares en los que he estado. Excepto a Italia y a algunos lugares de Alemania. Eran bonitos, sí. ¿Se clavaron dentro de mí? No. 

Irlanda…

¡Oh, Irlanda!

Cómo me hubiera gustado sentarme en el porche de alguna de las casas que veía desde el autobús. O bajarme y llamar a la puerta y en el peor inglés de la historia decirles a los dueños: 

—Perdone, ¿me prestaría su porche de madera y cristales con vistas a la perfecta naturaleza, para sentarme a escribir? Solo va a ser un ratito de verdad…¡¡¡Lo necesitoooo!!

Cómo me hubiera gustado sentir en mi piel la brisa del mar al observar el infinito desde los acantilados, durante horas... Sentir la niebla y sus gotitas de agua en mi piel, la lluvia fina, por más tiempo. El tic tac del reloj aconteció demasiado deprisa. En un pis-pas, chao! vacacionessss!

Quizá por eso no dejo de pensar en esa historia. Quizá por eso R y A no dejan de hablar, de taladrarme el cerebro, medio líquido ya.

Quizá, quizá, quizá…

Pero lo siento por ellos…

Sí, habéis escuchado bien R y A. Lo siento por vosotros. A y G estaban primero. Y por mucho que pataleéis en vuestra historia aún tengo que atar muchas cosas.

Viajes, ideas, divagaciones, locuras…

Esa sensación que se te mete en la sangre cuando quieres escribir y no puedes, y te vuelves una tarada impaciente que intenta silenciar sus pensamientos a golpe de Guinness. La mía, la de la señora mayor de 70 años que dio un sorbo y no quiso más… Y ahora a bajar las plantas de la Guiness Store House, andando… ¿Dónde está el ascensor?

Y de regreso al hotel…

—¿Es un leprechaun lo que tengo en mi hombro izquierdo? ¡Ay, madre! esto de no estar acostumbrada al alcohol…

¿Y vosotros? Habéis sentido ese cosquilleo en la sangre incitándoos a escribir estando de viaje?

¿A qué lugares quisierais regresar para documentaros a gusto, para perderos entre sus calles?

Tiempo ilimitado...

Un abrazo a todos, y mil gracias a los que siempre están al otro lado de la línea...

4 comentarios :

  1. Qué entrada más bonita y más divertida, Bekka. Me ha encantado, siempre queremos volver. Y que los que nos rodean nos den ya por un caso perdido y sepan que la mitad de las veces estamos más p´alla que p´acá.. también es normal. Yo tengo pendiente un viaje a Viena que se va demorando y por culpa de eso cierta historia también está demorada :/ Pero bueno, Viena no se va a mover de ahí ni Irlanda ni Bruselas... Muchos besos y a seguir viajando de todas las formas posibles :D

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  2. ...por el camino yo me entretengo...

    Ahora en serio. Supongo que es el hecho que respiramos un aire distinto. Otra cultura, otra forma de vivir. Nos llama la atención e imaginamos algo.
    Supongo que más de un japonés habrá vuelto a su casa después de un viaje a Barcelona con alguna idea en mente. Aunque sea montar un tablao flamenco...
    A día de hoy con San Google se puede obtener una gran cantidad de información sobre prácticamente todo el mundo (espera, ¿Corea del Norte en google? ... ... ... ... Sí, aparece), y eso hace que puedas ambientar tus historias donde quieras :-)
    Besines!!

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  3. Precioso, Beka!!!! Y te entiendo, cómo te entiendo, jejeje. Generalmente organizo yo las vacaciones, así que vamos a las zonas en las que tengo un germen de historia y la vivo y hago tropecientas fotooooos yo también, jejeje. Antes se me ocurrían las historias en los viajes, ahora tengo tantas pidiendo paso que las organizo para viajar a los sitios (menos mal que de momento son todas en España, jejeje) y lo de las voces, ¡dios, estamos todas locatis! (ah, no, que es lo normal cuando uno escribe ;) jejeje)..
    Y lo de entrar a las casas solo para escribir, solo un ratito, jejeje, ME HE REÍDO UN MONTON, ¡lo necesitamoooos! sí, jejeje.
    GENIAL ENTRADA, mi estrella del norte.
    mil besos!

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  4. Yo creo que a todos nos ha pasado algo parecido jejejeje. Cuando estuve viviendo en Colchester fue cuando más fuerte me dio. Puede que fuese una época complicada para mí, pero desde luego fue muy fructífera para conocerme a mí misma y aprender a guiar las voces de mi cabeza. Como dices, a mí también me ha apetecido callarles la boca para que me dejen disfrutar.... Y ahí aprendí a hacerlo. A alejarme de ellos, "entrando en mí interior", por muy extraño que suene...

    ¡¡AH!! Y si te dejan ir a escribir a esa casita tan encantadora, ¿me dejas acompañarte un ratito? :)

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