RAVENS: COMIENZA MI HISTORIA POR ENTREGAS

¡Queridos lectores!

Como aventuré en mi anterior entrada, hoy os dejo el primer fragmento de la historia que he titulado con el nombre RAVENS.

Esta historia nació hace mucho tiempo, por lo que he intentado corregirla y cambiarla un poquito para adecuarla a mi reciente forma de escribir, porque cuando uno deja mucho tiempo algo que ha escrito en una carpeta perdida del ordenador...no para de ver fallos por todos los lados.

Puede que haya laísmos, frases liosas y demás cosas que mis correctoras habituales: Isabel del Río y Ana Nieto, pulen y mejoran, porque no ha pasado por sus manos. Serán fragmentos escritos con el corazón pero sin pretensiones. Lo digo por si encontráis errores, que no os sintáis defraudados al leer.

[Aviso: Está escrito, revisado y registrado en Safe Creative, como siempre hago con estas cosas que subo a la red].

Y sin más dilación, aquí os presento: RAVENS, una historia de unas 35 páginas por el momento, pero que si sigo mejorando se puede convertir en mucho más, y que iré subiendo de a poco.

Sinopsis:

Annabel y Lee, son dos jóvenes con gustos muy diferentes al resto. Ambos saben lo que es perder a las personas a las que se quiere y tener que aprender a vivir con ello.

Se sienten solos, perdidos, y aunque quieren encontrar su nuevo lugar en el mundo, no acaban de despertar. Lo que no saben es que ambos tienen, sobrevolando su cielo, unas aves de color negro que velan por sus pasos y que están deseosas por hacerse escuchar.








«People once believed that when someone dies a crow carries their soul to the land of dead.

But sometimes, something bad happens that a terrible sadness is carried with it and the soul can’t rest.

Then, sometimes, just sometimes, the crow can bring that soul back to put the wrong things right».

THE CROW




PRÓLOGO

Todos tenemos ángeles de la guarda que nos protegen. Aunque no seamos religiosos, aunque nos definamos como personas más o menos espirituales, aunque intentemos negarlo y hacernos los duros que no necesitamos nada de nadie. Nuestros muertos siempre están a nuestro lado, sea de la forma que sea, detrás de mensajes, recuerdos, como energía palpitante y gotas de sangre…

Esos ángeles nos ayudan a caminar, mantienen intacta la vela de nuestros sueños para que no se apague. Suceda lo que suceda. Son ángeles que nos susurran al oído recuerdos de momentos imborrables y nos muestran nuevos instantes por descubrir. Instantes que están esperando por nosotros, únicamente por nosotros.

A veces, sucede que esos ángeles no tienen perfectas alas blancas a su espalda, sino que están ocultos bajo un ropaje de terciopelo negro. Esos ángeles no destellan ni resplandecen con el sol, sino que aparecen bajo la lluvia, entre la niebla y con el manto del anochecer, para susurrarnos que siguen a nuestro lado cuando la rutina es más dolorosa.

A momentos no somos capaces de percibir sus graznidos susurrantes y nos dejamos abrazar por la eterna melancolía, por miedo a despertar. Por miedo a volver a caer.

Sin embargo, siempre acabamos pronunciando nuevos pasos, encontrando la luz entre la endemoniada oscuridad. Porque como alguien dijo una vez: «Nunca llueve eternamente». Y es de listos evolucionar aunque no estemos preparados para ello.

Esos ángeles convertidos en cuervos negros, revolotean a nuestro alrededor y con sus gorjeos intentan apaciguar la tristeza que otros provocaron, que la muerte consiguió…y las sonrisas renacen en el momento más inesperado. Y ellos también sonríen porque saben que han ayudado, ayudan y ayudarán a que el alma camine tranquila y en paz.


1. ANNABEL

Annabel sabía que ellos estaban a su lado. Podía sentirlos cerca de ella, en su interior. Ayudándola a renacer, a sobrevivir y a desear vivir, porque aunque parezca lo mismo sobrevivir que vivir, no lo es. 

La joven sabía que estaban tan cerca que le era doloroso no poderles tocar. Intuía que estaban ahí desde el primer momento que sus corazones se apagaron, imprimiéndole fuerzas, intentando que viera la realidad, intentando hacerla entender que siempre permanecerían a su lado. Porque ella nunca dejaría de recordarlos, y porque ellos se marcharon amándola eternamente. Y dicen que cuando el amor es eterno, ni siquiera la muerte puede arrancarlo de las entrañas, porque incluso la fría dama lo hace más fuerte. Y porque Annabel siempre había sido un alma demasiado intuitiva, podía percibir cosas que otras personas no conseguían.
 

En una de sus películas favoritas, la niña amiga de los protagonistas susurraba que “si nos roban a nuestros seres queridos, la forma de hacer que vivan más tiempo es no dejar de amarlos nunca”. Annabel no había dejado de quererlos ni un solo segundo. Su amor hacia ellos era inmortal. Desde siempre, pero más imperecedero desde el momento en el que la muerte los abrazó; y así seguiría siendo hasta que la muerte la acogiese a ella también y su amor inmortal se convirtiese en infinito. Porque el amor verdadero es entregado desde siempre y para siempre. De lo contrario no se entrega.

Habían acontecido ya dos años desde que un conductor borracho se saliese de su carril y embistiera frontalmente con el coche en el que viajaban su padre y su abuela. El impacto había sido tan fuerte que ambos habían muerto casi en el acto. Sus cuerpos yacían ahora en una pequeña cripta antigua y restaurada en el cementerio de su pueblo, y ella les visitaba siempre que podía. Era su forma de acompañarlos de la única manera que podía.

Se sentía bien allí, acurrucada entre las frías paredes de cemento gris, perdida entre lecturas o palabras en sus libretas. Se sentía a gusto entre el silencio que reinaba en el camposanto, porque ese era su lugar de reunión, el lugar dónde les tenía y sentía más cerca, dónde podía hablar con ellos con tranquilidad sin parecer una lunática. A escasos centímetros unos cuerpos de otros, aunque les separase esa pequeñita y a la vez tan enorme frontera que camina entre la vida y la muerte.

El sol comenzó a brillar desde bien entrada la mañana. Era uno de esos días de junio en los que el cielo estaba totalmente despejado y el calor era bastante sofocante.

A Annabel no le gustaba el sol. Odiaba el sol. Odiaba que su piel blanca como la nieve cambiase de color. Odiaba el sentimiento de asfixia en sus pulmones, el sudor pegajoso resbalándose por su piel y el agotamiento físico que le producía algo tan simple como caminar.


Odiaba el verano, pero no solo por la climatología, sino que esta aversión escondía un sentimiento más profundo y que muy pocos se habían molestado en descubrir.

Los rayos de sol lograron penetrar por las rendijas de la persiana de su habitación despertándola.

––¡Maldito sol! —pronunciaron sus labios mientras sus ojos luchaban por no percibir la claridad.

Intentó dormir un poco más para aprovechar su día libre pero le fue totalmente imposible con los haces de luz entrando por la persiana.

Si de ella dependiese sería otoño e invierno durante todo el año, aunque la primavera le gustaba por el florecer de las plantas, quien inventó las estaciones se podía haber ahorrado el verano.

Se levantó a regañadientes, cabreada con el clima y enfadada con el mundo entero, incluso con las personas que no conocía. Subió las persianas y los rayos del astro la golpearon ferozmente sin compasión. Su respuesta fue un grito que hizo temblar las paredes de su habitación.

––¡Maldito sol estúpido! ¿Te odio sabes? —pronunciaron sus labios cuando se sobresaltó al escuchar el ring del teléfono.

Descolgó y preguntó:

––¿Si?

––¡Hola cariño, soy yo! ¿Te he despertado? —inquirió una voz femenina al otro lado del auricular.


––¡No! Me acabo de despertar ahora. Quería dormir un poco más pero con esta luz no hay manera… 

––Te llamaba porque el abuelo quiere que vengas a comer con nosotros, no quiere que pases este día sola. Así que te llamaba para avisarte con tiempo.

––¡Ok! desayuno algo, me doy una ducha y voy para allá.

––Vale cariño, aquí te esperamos. Por cierto, las dos rosas rojas que me pediste que cortará ya están preparadas en un ramo —le dijo su tía.

––¡Gracias tata! Son para llevárselas esta tarde a papá y a la abuela. ¿Has ido tú esta mañana? —preguntó a media voz.

––Si nena, les llevé un centro de flores esta mañana y aproveché para quitar las flores secas y limpiar un poco —contestó María.

––¡Lo intuía! —dijo entre en sonrisas—. Os veo ahora. Un beso.


––Un beso cariño, hasta ahora.



¿Qué os ha parecido? ¿Tenéis ganas de más?

¡Contadme!

P.D: Puede que en la versión móvil los guiones de los diálogos no se vean como son en realidad xD

3 comentarios :

  1. Rebeka. Soy la Sofí. Jajajaja. Que chony suena. Te sigo corazón....

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  2. Aún queda muchísimo por desgranar, pero en este comienzo ya nos dejas una gran descripción de la personalidad de Anabel.

    ¿Qué tendrán los ángeles para ti? No hay historia sin alas ;)

    Un abrazo, preciosa. Espero leer más :)

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  3. Me gusta esta historia de tintes siniestros, la esencia me recuerda inevitablemente a "Susurros" :P
    Estoy deseando ver qué le depara la providencia a Anabel.

    ¡Abrazos!

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