FRAGMENTO 10 DE RAVENS

¡Queridos lectores!

Como dicen que la primavera altera la sangre, os dejo un nuevo capitulo de RAVENS en el que las hormonas, ejém,...pues eso...

¡No digo más!

Espero que os guste, que la semana pasada os dejé a medias xD

Pero cuidado, porque nada es lo que parece...


¡Contadme!

10. LEE

Estaba claro que no era una orden, pero le gustaba ver cada expresión de su rostro. Le divertía.

—Sí. Me pones muy nerviosa. Al final va a ser el reflejo de mi pelo en tu cara porque es imposible que te sonrojes con tanta facilidad al hablar conmigo… —dijo Anna para noquearle.

Él no contestó. Bajo la cabeza para que ella no se diese cuenta de que se estaba poniendo más colorado aún.

—Amore es como llamo a mi mejor amiga, que hace unos meses ha regresado de Londres y está viviendo en mi casa, chico del taller —dijo ella para sincerarse.

El chico sonrío satisfecho luciendo esta vez una de sus mejores sonrisas y extendió su mano para presentarse, a lo que ella contestó rápidamente dándole dos besos apresurados en sus mejillas, sin poder dejar de mirar el piercing que se adivinaba en su lengua.

«Lo que podrá hacer con ese piercing…»

—Mi nombre es Annabel —dijo con voz temblorosa al visionar las escenas que quisieron surgir en sus retinas.

Él, perplejo e incómodo, contestó: Yo me llamo Lee.

—¡Venga ya! Y ahora me dirás que te gusta Edgar Allan Poe y su poema “Annabel Lee” —dijo ella con aires sarcásticos.

—Claro que me gusta Poe. Es uno de mis escritores preferidos, al igual que para mis padres, y su poema me encanta. Es más llevo su rostro tatuado en mi espalda junto con mi nombre —dijo él con voz fría y cortante, dolido por su sarcasmo.

Ella se puso colorada arrepintiéndose de haber sido tan sarcástica. Se quedaron callados unos segundos mientras la lluvia de granizo intentaba romper el silencio que se había creado entre los dos.

—Siento haber sido tan borde —dijo la chica.

Y tímidamente lo miró y se levantó su jersey negro para enseñarle su brazo derecho, que también contaba con el rostro de Poe y las siete letras de Annabel.

Lee la miró sin expresar ninguna emoción, o eso es lo que a ella le pareció, y acto seguido sacó su móvil del bolsillo de su cazadora de cuero. Mandó un mensaje de texto a sus padres diciéndoles que esa noche dormía fuera de casa y que no se preocuparan.

Cuando la chica con cara de decepción se disponía a sacar la llave de la mochila para abrirle y que pudiera marcharse, Lee la dijo:

—Sigue en pie lo de quedarme a dormir contigo, ¿no? Porque ya he mandado a mis padres un mensaje para decirles que no iba a casa.

Ella sonrío acalorada mientras que afirmaba con la cabeza sin pronunciar palabra.

Lee la miró intensamente a los ojos verdes y a ella se le cortó la respiración. Le señaló el cofre de madera y poniendo pucheritos la preguntó:

—¿Entonces me contarás lo que guardas en el baúl? Cuando se te haya pasado un poco la vergüenza, digo…el reflejo de tu pelo…

—Hombre, pero si el chico del taller se despereza y comienza a coquetear de forma directa… —sentenció ella con ironía, antes de coger la llave de su bolso y agacharse frente al arcón de madera para abrir el candado.

Lee sonrío en silencio con un brillo especial inundando sus pupilas, pero como ella estaba de espaldas no pudo verle. Se giró para saber dónde estaba situado Lee y le encontró mirándola embobado.

—¿Te gustan mis bragas? —preguntó Anna con descaro antes de subirse más los pantalones de vinilo.

Lee tembló, pero se armó de valor y decidió contestarla por primera vez a sus comentarios jocosos.

—De encaje negro, preciosas y sexys… —murmuró antes de arrodillarse a su lado para ver lo que contenía el baúl.

Ella lo miró y le dijo: Lo que yo te diga, empiezas a despertar.

«Si mis padres me vieran por un agujero opinarían exactamente lo mismo…»

Ella apartó la vista para que Lee no viera que su dulce voz comenzaba a afectarle. Parecía que las tornas se habían cambiado. Ahora era ella la tímida y Lee el de los comentarios divertidos.

Acto seguido comenzó a sacar del arcón de madera su contenido, enumerándolo, sin atreverse a mirar al chico a los ojos, para de esa forma serenarse.

—Un saco de dormir, cuatro mantas, cinco cirios, una caja de cerillas, dos cojines, una linterna, una caja de pilas de repuesto. Eso es lo que se esconde aquí. Como verás no hay mucho que robar.

—Pues no, no hay mucho que robar…Entonces yo me quedo con el saco de dormir y una manta ¿no? —dijo Lee alzando las cejas.

—¡De eso nada, la dueña de todo soy yo ¿recuerdas? —contestó la chica haciéndose la dura.

—Ya, pero me incitaste a pasar la noche aquí, yo no quería… Así que por lo menos podrías tratarme como a tu invitado de lujo y dejarme el saco. ¿O pretendes quedártelo tú todo y que yo me ponga enfermo de una pulmonía? —pronuncio Lee entre sonrisas, con los labios en forma de pucheros como un niño de cinco años.

Annabel no se pudo resistir ni a sus sonrisas, ni a sus pucheros, ni a sus miradas…Algo le sucedía con aquel joven que no sabía descifrar…

—De acuerdo, yo me quedo con las tres mantas y tú con el saco y una de ellas. Que no se diga que soy una mala anfitriona.

El chico sonrío cómodo mientras la miraba de arriba abajo. En su interior tintineaba una sensación ya no tan dormida, y eso le hizo sentirse vivo otra vez.

—¿Un té? — le preguntó la chica, dándole el saco y la manta.

—¿Tienes té aquí? —preguntó extrañado.

Ella le respondió sacando el termo de café de la bandolera.

—¡Buahhh, ahí me has dado. Me encantaría tomar un poco porque es una bebida que me gusta mucho —se sinceró Lee mientras extendía la manta y abría el saco, para sentarse y apoyarse sobre la pared.

Annabel le ofreció sonriente el vaso de aluminio del termo con té de frutas del bosque.

Él la miró a los ojos y la dio las gracias alzando el vaso antes de pronunciar de forma muy seria:

—Por Edgar Allan Poe, su maravillosa pluma y por nosotros, Annabel y Lee.

Ella le contestó con una sonrisa radiante y tirándole uno de los cojines sobre sus piernas.

Esa noche ambos descubrieron que la vida comenzaba a devolverles un poco de la felicidad que años atrás les había robado. Que tenían varios cuervos sobrevolando el cielo de su alma dispuestos a hacer todo lo posible para que volvieran a sentir.

Pasaron la noche leyendo fragmentos del libro de Poe que ella siempre llevaba en el bolso, bajo la luz de los cirios y entre la oscuridad de la noche. Se apoyaron contra la pared del mausoleo para resguardarse del frío, y entre miradas y sonrisas tímidas se fueron conociendo, contándose cosas de su vida, sus tristezas, sus anhelos.

La conexión fue inmediata. Tenían tantas cosas en común, grupos musicales, películas favoritas, escritores, que ninguno de los dos acertaba a entender cómo era que el destino les había tenido separados tanto tiempo.

Cuando el cansancio y el frío fueron haciendo mella en ellos, decidieron compartir el saco y las mantas y acercarse todo lo que pudieran para que el calor de sus cuerpos les mantuviese alejados del viento congelado.

Tras una leve caricia de Annabel para retirarle el flequillo y poder mirarle a los ojos negros, Lee no lo dudó un instante y aprovechó su gesto para aproximarse a sus labios.

Annabel en un principio se sorprendió, pero sintió el gesto tan natural, que tras una tímida sonrisa fue ella la que le mordió el labio inferior pidiéndole permiso para besarle.

Pronto la agitada respiración de ambos dejó paso a la excitación y la locura. Sus bocas se entrelazaron al igual que sus manos que bajo las mantas intentaban descubrirse, conocerse y encontrarse.

Cuando la lengua de Lee batalló con la de Annabel la joven no pudo evitar cerrar los ojos fuertemente antes de gemir al sentir la fría caricia del acero de las dos bolitas que el joven llevaba como piercing.

Lee sonrió triunfante y apretó su nuca para acercarla más a él. El tiempo se fue sucediendo y la oscuridad les sepultó bajo la atenta mirada de la luna cuando tras el éxtasis sus cuerpos se relajaron y cerraron sus ojos para dormir.

Lo que había comenzado con un juego había terminado como nunca imaginaron. Sin embargo con la mañana...




¿Qué os ha parecido?

¡Se avecinan nubes negras! O no...

¡Un abrazo!

3 comentarios :

  1. Sin embargo con la mañana... ¿Qué! Espero que no nos dejes con esta intriga porque sería cruel 😤 muy, muy, muy cruel 😣

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  2. Coincido con Nune en que eres muy mala con tus lectores Rebeka, ja, ja!! Una escena tan tierna y contada con tan buen gusto y sentimiento no puede acabar así. Y miedo me da lo que nos harás pasar en el próximo fragmento.
    Un besazo guapa ;)

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