SAMHAIN: LUCES Y SOMBRAS de JAUME VICENT BERNAT

¡Queridos lectores!

Actualizo en lunes para traeros un relato muy especial.

No hay mejor forma de celebrar el 31 de octubre que con un relato de terror. Y para mí, de todos mis amigos escritores, el mejor en este mundillo es Jaume Vicent Bernat.

Por ello, le propuse crear un relato para este blog y no dijo que no. Así es Jaume, nunca dice que no a una colaboración, y siempre está dispuesto a ayudar. ¡Muchas gracias, guapo!

Así, que, como celebración de SAMHAIN (Halloween para vosotros, para esta cántabra de raíces celtas: Samhain) le cedo el protagonismo en mi blog a Mr. Terror. xD


Espero que os guste su relato: LUCES Y SOMBRAS.

Tiene un toque Poeniano que a mí particularmente me ha encantado. Oscuro. Intrigante.Y con esa mezcla de sueños y realidad que a mí tanto me gusta. ¿Habéis pensado en esos sueños que parecen tan reales que acaban siendo realidad? ¡Pues cuidado con lo que soñáis!

Sobre todo esta noche...

¡Sé de más de uno que va a revisar tras las cortinas y por toda la habitación antes de cerrar los ojos! JAJAJAJAJA

¡Feliz Samhain, lectores!

LUCES Y SOMBRAS de JAUME VICENT BERNAT



Se despertó en mitad de la noche. Estaba cubierta de sudor y temblando, el corazón trotaba desbocado, bajo las sábanas, su pecho subía y bajaba como un pistón bien engrasado. Por el dolor de su garganta había estado gritando. Durante un precioso instante de desorientación no fue capaz de recordar su sueño. Sin embargo, regresó rápidamente, como alguien que corre desde el fondo de un pasillo. En su sueño, corría por una llanura oscura, el suelo bajo sus pies era terroso y estaba reseco, todo era de un tono gris neutro, como uno de esos uniformes escolares aburridos. Ella avanzaba gritando aterrorizada, detrás, una enorme figura la perseguía sin descanso, no era más que un borrón, una sombra, como una enorme mancha de tinta extendiéndose sobre un folio blanco, crecía y crecía, cubriendo de un vacío terrible el espacio.

Abrió los ojos buscando las reconfortantes formas de su habitación. Arrancada con violencia de un sueño apacible, buscaba tranquilizarse observando, a contraluz las duras formas de los muebles. La silla frente al escritorio, que pierde la altura cada vez que se sienta, el ordenador que empieza a darle problemas, el escritorio lleno de papeles, el sillón que hace las veces de perchero. Esas son las formas conocidas, negros trazos que se adivinan en la suave oscuridad plateada de la habitación. Esas son las sombras que recuerda, las que son amables y representan la realidad, esas que no son una amenaza; un sillón, ropa, una mesa… El aire se agitó —un hálito, apenas un soplo— y las cortinas se mecieron, dejando entrar un rayo de luz.

En ese momento lo vio. Fue como el chasquido de la leña seca. Su corazón se saltó un latido cuando su mirada se posó por primera vez en sus difusas formas. Sus ojos, que vagaban sin rumbo, recorriendo las formas de su habitación se congelaron en ese rincón, donde las sombras fluctuaban y danzaban al ritmo que marcaban las cortinas.

Allí había alguien.

Un terror paralizante se apoderó de ella. Por un momento fue incapaz de hacer o decir nada; era tan incapaz de producir sonidos como de concebir algún pensamiento. Todo su cuerpo se licuó, sentía las piernas como si fueran agua caliente y empezó a resbalar hacia abajo, cubriéndose con las sábanas, aferrándose a ellas como si fueran un escudo mágico capaz de protegerla de semejante locura.

Había algo ahí. Había algo en el rincón. Podía verlo, con las negras pupilas clavadas en ella, con impertinente fijación, con estúpida atención. Podía ver su cara, del color de la luna. Con sus mejillas como de cera derretida, la frente alta, difuminada por el baile de sombras que producía la cortina al mecerse como un fantasma. Los brazos caídos eran demasiado largos, demasiado delgados y terminaban en unas manos estrechas y alargadas. Por un momento, pensó que estaba ante ese cuadro tan horrible, El Grito.

Seguro que esa sombra, ese algo que la perseguía en su sueño se había colado allí. Seguro que aquella cosa, fuera lo que fuese, había encontrado una grieta, un resquicio, una puerta por la que colarse en nuestra realidad. Allí estaba, demasiado alto, demasiado delgado, demasiado pálido. Se limitaba a permanecer inmóvil en ese rincón, camuflado en la semioscuridad de la noche, fijos sus enormes ojos negros en ella. Tan grandes que parecían las cuencas vacías de una calavera.

¿Era posible? Desde luego estaba ahí. ¿Habría logrado colarse desde su sueño? ¿Se había deslizado esa sombra entre las telarañas del sueño hasta ese oscuro rincón de su habitación? No. Eso no podía ser cierto, seguro que estaba soñando. Solo que no lo estaba. A su lado, el despertador le escupía su reflejo de luz rojiza. Las cortinas se mecían con la brisa que se deslizaba por la ventana abierta, las hinchaba y las dejaba caer de nuevo. Y junto a ellas, esa cosa, esa sombra con rostro, eso que la había perseguido desde el otro lado.

Tranquilízate, dijo una voz dentro de su cabeza. Una voz que era la suya, solo que mucho más tranquila, serena, sin trazas de histeria. No está ahí, eso que ves de pie en el rincón, son solo sombras. No es nada más que la suma de la luz de las farolas y las ramas de los árboles. No te preocupes tanto, dijo tratando de calmarla. Es la luz. La luz de las farolas, solo eso y nada más. Son solo las formas extrañas de las ramas, la persiana rompe la luz y crea esas siluetas en la pared. Solo eso y nada más.

Claro, la luz. Solo que la persiana estaba bien subida y que esa forma tenía cara, tenía ojos y tenía pies… ¿Cómo explicas eso? ¿Cómo puedes explicar ese rostro que no deja de mirarme? Está ahí. Estoy segura, dijo ella y se hundió un poco más en la cama.

No está ahí contestó la otra. Ahí no hay nada, no es más que un juego de luces.
¡Por el amor de Dios! Sí que está, gritó una tercera voz, que era aguda y molesta.

Habla con él, entonces. Di algo y verás como es solo la dichosa pared, le espetó su voz tranquila. Convencida de que solo así se rompería ese hechizo que la mantenía paralizada. Abrió la boca para preguntar… ¿Para preguntar qué? Di lo que sea, dijo la otra en un siseo, solo tienes que abrir la bocaza y decir algo…

¡No!, gritó la voz histérica. Ni se te ocurra. En la oscuridad, las personas solas son como puertas abiertas, ¿sabes? Si ahora te pones a gritar pidiendo ayuda, ¿quién sabe qué es lo que acudirá a esa llamada? No lo molestes. No seas tonta, quédate calladita.

¿Estaba siendo tonta? Sí, claro que estaba siendo tonta. Tan tonta como una niñita asustada que está convencida de que hay monstruo bajo su cama y no quiere acostarse sola. Sí, claro que estaba siendo tonta.

¡Vete!, gritó. No hubo ninguna respuesta.

El visitante solo estaba allí, en el rincón, solo eso y nada más.

La brisa se coló por la ventana abierta y se paseó inquieta por la habitación. Aquello no se movía… ¿Por qué iba el universo a jugársela de esa forma tan cruel? ¿Por qué se molestaba el mundo, ese lugar tranquilo, a tomarse la molestia de crear sombras como esa que tenían rostro y manos alargadas? ¿Para qué tomarse tanta molestia en asustarla?

Porque eso que estaba de pie allí no era una sombra, le dijo la voz de la chillona entrometida. No son sombras, no son reflejos, eso no lo está escaneando tu mente. Está ahí de verdad, está de pie en tu habitación, en ese rincón y es real, querida. Tan real como las sábanas a las que te aferras como si fueran un salvavidas. Es real y está esperando a que cierres los ojos para arrastrarte otra vez a ese lugar del que ha salido. Cuando cierres los ojos, cuando te desmayes por el miedo o te duermas por el agotamiento, cuando tu cuerpo colapse y te deslices en la oscuridad, extenderá sus manos y te agarrará con esos dedos blancos y fríos. Y cuando lo hagas, ni siquiera podrás gritar.

¡Vete!, gritó aterrorizada, ¡Vete y déjame en paz! ¡No existes! ¡No existes, no estás ahí! ¡No eres más que luz y sombras!

Como si fuera una respuesta, la cosa se dobló hacia adelante,a modo de burlona reverencia, y su cara —un rostro terrible pero demasiado real como para ser un sueño— salió de entre las sombras del rincón. En ese momento dejó escapar un chillido histérico. Las sombras que cubrían las profundas cuencas de sus ojos se despejaron un segundo, para mostrar unos ojos horribles, hambrientos e inyectados en sangre que restallaron al contacto con la luz de la luna. Su boca se curvó hacia arriba formando una reseca sonrisa que dejó al descubierto una hilera de dientes podridos y mellados que parecían tan largos como los colmillos de un animal.

Una de las blancas manos se levantó del costado y con una especie de murmullo, como una risa apagada, dio un paso adelante quedando cubierto por la luz de la luna que lo coronó como si fuera el rey de un carnaval. Ella quiso gritar en ese momento, pero no pudo, algo estalló dentro de su cabeza y las luces se apagaron. Se hundió en la oscuridad sin un solo gemido de protesta. Mientras todo se tornaba negro, le pareció escuchar una voz que le decía: Te lo advertí.




¡Feliz Samhain a todos!

1 comentario :

  1. Bueno, como siempre es un placer está contigo. Muchas gracias por compartir este relato, espero que guste y que alguno duerma con la luz encendida.
    Un abrazo!

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