Regreso después del parón vacacional, estrenando
Septiembre, para hablaros de esas imágenes que penetran nuestras retinas y las
bombardean sin cesar hasta que consiguen que toda nuestra atención sea
únicamente para ellas.
De esas instantáneas que imploran por tener un
rincón en nuestras palabras, que desean regalarnos su magia para que con ellas podamos
crear un nuevo proyecto, y que sin embargo nuestro corazón escritor no es capaz
de organizarlas para formar el puzle perfecto.
Y entonces esas imágenes, cuya existencia y motivo desconocemos,
se convierten en punzantes ideas
atascadas que sabemos que están tratando de enviarnos un mensaje cuya clave
no somos capaces de descifrar.
¿Os ha pasado alguna vez?
¿Sentir que tenéis que escribir algo que no sabéis con perfecta
claridad lo que es?
Así me encuentro yo desde hace días.
Al regresar de mis vacaciones en Praga y en Polonia
hice recuento de las ideas anotadas en la libreta. Tres son las nuevas ideas
para posibles historias que ya tengo esbozadas y que esperan su lugar y que me
documente y las trabaje bien antes de empezar.
Y sin embargo es una posible idea de la que aún solo
tengo: unos ojos claros que se mueren por ser el universo de alguien y la
localización donde la ambientaré, la que no para de darme vueltas,
revoloteando, en mi cerebro.
¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!
Una y otra vez. El mismo color cada vez que cierro
los ojos, la misma imagen.
Estoy confundida, espesa, dispersa, y un montón de
cosas más. Con el sentimiento de haberme quedado sin voz cuando sé
perfectamente que no es así porque he regresado de mi viaje con tres ideas
nuevas, ¡¡¡TRES!!!, que sumar a todas las que ya me esperan dentro de una
libreta negra y otra roja.
Estoy
bloqueada, con una sensación extraña dentro de mí, teniendo
dos piezas de un puzle en las manos para las cuales no consigo encontrar la
pieza que las pueda unir. Sabiendo que hay una historia que quiere nacer, que
me grita un mensaje que aún no puedo descifrar, y teniendo la más absoluta
certeza de que solo me sentiré mejor cuando logre darle sentido a todo.
Desanimada.
Lenta de reflejos. Varada en la orilla de un lago que desconozco.
Porque hay ideas que se atascan, que se mueren por
salir a la superficie y a la vez se esconden, ideas juguetonas que me
atormentan, que por un lado me dan la vida al aparecer y por otro me roban la
fuerza porque no soy capaz de comprenderlas.
Ideas que necesitan su sitio, que ansían un lugar en
mi corazón, y que espero que pronto pueda palpar con claridad.
Mientras tanto, escribo este artículo poniéndole nombre a las
sensaciones y a los bloqueos para que así dejen de sentirse tan grandes dentro
de mi corazón, dejen de pesar, de doler, de hacerme sentir extraña. Con la esperanza de que esas imágenes me
susurren con más lentitud, de que las musas de la inspiración aparezcan y esta
negatividad que me rodea se esfume con una nueva respiración.
Y quizá esas imágenes en las que no puedo dejar de
pensar ni cuando duermo, esas ‘Ideas Atascadas’ se conviertan de un vez en
‘Ideas para nuevas historias’.
Mientras tanto, escribo este artículo, a oscuras,
con la única luz que me regala mi lámpara de sal comprada estas vacaciones en
las ‘Minas de Sal de Wieliczka’, Polonia, a ver si así su luz anaranjada se
lleva las vibraciones negativas.
Escribo, con la compañía de mis melodías preferidas,
esas melodías que siempre me ayudan a encontrarme. En los auriculares la estridente guitarra de Christopher Amott se abre paso entre el silencio, elevando
la magia de la creación, inspirándome. Y su delicada voz me relaja, me reconstruye, palabra a
palabra. Y esas melodías a las que siempre acudo en momentos de
flaqueo, comienzan a reparar mi alma y me ayudan a que la sangre fluya de nuevo
dando cuerda a los sueños, a las palabras, y quizá, con mucha suerte, también a
que esas piezas del puzle se aproximen para ser encajadas.
Cierro los ojos, escucho atentamente la música, sigo
las notas con los dedos como si supiese tocar la guitarra, como si las notas
que las componen pudieran salirse de mis auriculares y llenar una partitura de
papel blanco, maúllo palabras en inglés, y la negatividad que me rodea se va
deshaciendo.
Y entonces me siento un poco más libre de bloqueos,
me siento con más fuerza para sentarme frente a esa idea atascada que me
atormenta y batallar con ella sabiendo que puedo ganar la guerra, y entonces una luz anaranjada aparece esperándome al final de mi
propia oscuridad, y parece que esos ojos claros que se me aparecen en sueños
vuelven a susurrar palabras que esta vez parece que voy a entender.
Y es que no hay nada que la música no pueda conseguir, no hay
bloqueos que tu guitarrista preferido no pueda romper, y no hay ideas atascadas
que permanezcan así para siempre.
Porque cuando una idea parpadea en el fondo de la
mente es porque ha de nacer. Aunque sea de a poco. Quizá es que yo soy
demasiado impaciente…
¿Y
a vosotros? ¿Cuántas ideas se os han atascado en el fondo de la mente sin
querer salir?
¿Cuántas
veces vuestras musas os han jodido la existencia poniéndose juguetonas?
¡Gracias por acompañar mis desvaríos en una etapa más!
¡Un abrazo!
Pues yo ya te conté un poco, pero es cierto que la música me ha ayudado mucho desde siempre para aclararme las ideas, y esta vez no es la excepción. Pero yo sí que soy impaciente: me gusta tener todo en orden, encerrarme y escribir todo lo que tengo que decir sin interrupciones; que nadie asome la cabeza por la puerta porque se lleva un zapatazo seguro, jajaja. Y es molesto cuando sé que tengo mucho que decir pro no sé por dónde comenzar :S Por ahora (que estoy pasando por este problema), trato de ignorarlo. Sé que si me esfuerzo, terminará dándome un colapso, así que, lo mejor es relajarme.
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