Mientras surcaba las nubes con destino a Praga, me
surgió un interrogante que sirvió para crear un pequeño relato además de para
un nuevo artículo para este rincón.
Aquellos escritores que paseáis vuestros ojos por
aquí, ¿habéis sentido alguna vez una necesidad loca por escribir durante el
vuelo?
¿Por qué escribimos cuando volamos?
¿Por qué necesito escribir cuando estoy sobrevolando
las nubes?
Es cierto que los que creamos palabras escribimos en
cualquier lugar. Ya sea en un coche, en un autobús lleno de gente, en un banco
solitario del parque, en el metro, en nuestra casa, en la de nuestros suegros
mientras los demás ven el telediario, o en una playa atestada de voces gritonas
que quieren que te enteres de si fulanito no la miró el fin de semana o de los
idiotas que son sus compañeros de trabajo. Sea donde sea nuestras ansias de
palabras son más fuertes que nosotros mismos y acabamos por dejarlas fluir.
Pero mi vicio de intentar encontrar un sentido a
todo lo que hago, al revisar lo escrito durante mi viaje, me hizo divagar una
vez de vuelta en casa sobre el hecho de escribir cuando vuelo.
Quizá sea ese miedo que me provoca volar y que logro
mantener a raya con dosis de respiraciones lentas y profundas y perdiéndome en
libros o en posibles ideas para relatos o proyectos más grandes.
Quizá sea ese miedo a una muerte inminente y el
intento de dejar algo de mí para la posterioridad que diga que estaba justo
ahí, flotando por encima de ciertas nubes, con destino a un lugar desconocido
que me moría por descubrir.
(Lo sé, si el avión se estrella no quedarán cenizas
de los cuerpos mucho menos mi libreta o mis palabras…pero dejadme divagar xD)
Siendo sincera conmigo misma creo que es una mezcla
de ambas sumada a que no puedo estar con las manos quietas ni un segundo, que
mi mente vuela demasiado rápido y en distintas direcciones, y necesito estar
activa cuando no estoy dormida y soñando.
El caso es que necesito escribir mientras vuelo,
aunque sea un revoltijo de palabras poco claras, aunque no tenga ni idea de lo
que quiero decir ni de cómo lo diré, simplemente necesito de una forma muy desesperada
y esquizofrénica: escribir.
Y me limito a cerrar a los ojos, respirar y al abrirlos tengo que dejar que mis
manos transmitan esos pensamientos tan locos que acaban siendo vomitados sobre
el papel sin razón alguna. Solo sé que necesito dejarlos libres, que debo
dejarlos flotar desde mi corazón hasta el papel.
Quizá cuando los relea signifiquen algo, quizá nunca
lleguen a tener valor alguno con el riesgo de acabar siendo tachados y
borrados, pero en ese instante los necesito para respirar con un poco de
normalidad. Con toda la normalidad que una puede encontrar en un cilindro con
alas cuando sus miedos la acechan con tanta fuerza que a pesar de ser una
guerrera celta acaba dejándose llevar por la ansiedad.
Necesito volar cuando escribo, marcharme a otro
lugar que me haga olvidar la realidad, y por ello necesito escribir cuando
vuelo en un intento de robarle al tiempo que sucede un montón de minutos y
segundos que quizá en otro momento no tendré.
Necesito soñar, imaginar, crear.
Necesito escribir y darle sentido a mi vida. Porque
solo me siento realmente bien cuando escribo. Y al volar soy más consciente de
lo que soy y de lo que nunca seré, y por eso garabateo, letra a letra, mientras
las nubes se desparraman al chocar con el ala del avión.
¿Y qué escribes?
Pues si os pica la curiosidad, podéis seguir
leyendo o...saltar a la despedida, vosotros elegís :P
En algún lugar entre Bilbao y Praga, Agosto 2015:
“Entre las nubes y el mar:
A varios metros por encima del suelo, suspendida sobre un mar de
nubes de terciopelo, la cotidianeidad se difumina para acercar los sueños.
El cuerpo levita, la sangre se cristaliza, la respiración se
agita por culpa de la consciencia. El saber y ser consciente de lo que tienes
entre las manos, lo que anhelas y lo que dejas atrás.
El corazón se abre de par en par y se prepara para nuevas
aventuras. Incertidumbre, ilusiones, historias por contar. Pensar que sabes de
mucho y darte cuenta de que no sabes nada de nada.
Llenar el alma, recoger instantes que robarle al reloj, que
ganarle al oxigeno que se reparte alrededor.
Suspendida en el aire, a muchos metros sobre el nivel del mar,
sintiéndome una voluta de energía insignificante. Porque polvo eres y cuando
vuelas te sientes más enérgica, sientes que levitas más que de costumbre.
Porque polvo eres y como polvo de sueños e ilusiones navegas entre giros
inesperados, entre sábanas blancas de pureza y nimiedad, perdiendo consistencia
y corporeidad.
La piel y los huesos se convierten en una cáscara de nuez vacía
que se pierde en ninguna parte. No importa de dónde vienes, lo que sueñas es lo
que realmente eres, es lo que permanece, es lo que se reconstruye, es lo que
vibra entre el oxígeno y el nitrógeno, es lo que danza entre las inquietas
nubes.
Lo que sueñas es lo que eres y cuando vuelas, esas pequeñas
partículas oníricas que te definen se deslizan desde tu boca, acarician tus
labios, susurran palabras inconexas que solo tienen verdadero sentido para el
corazón.
Y el alma sonríe, la sangre ruge y la respiración tiembla.
Lo que sueñas es lo que eres y mientras sueñas te desesperas. A
muchos metros sobre el nivel del mar, suspendida en el aire entre un mar de
nubes y turbulencias.
La energía revolotea.
La sangre se cristaliza.
La respiración se agita.
Suspendida, perdida entre las nubes, entre el oxígeno y el
nitrógeno.
Escuchando el zumbido de una lejana melodía. La canción de los
sueños, de los anhelos, del reflejo del alma.
Porque somos energía diminuta y al volar todo se vuelve más
pequeño.
Porque somos polvo de sueños y al estirar el brazo con las yemas
de los dedos asimos las nubes de terciopelo.
Los besos, las caricias, las miradas cómplices, se tornan más
grandes e infinitas.
Porque los “te quiero” susurrados en silencio navegan entre las
montañas con su eco. El batir de las alas de los ángeles de ceniza y huesos nos roza con su
caricia suave y refrescante.
Porque la energía se entremezcla, la tierra y el mar se acoplan
y se desdibujan, las fronteras no existen, y el mundo de los muertos y el de
los vivos se da la mano, porque al volar todo es más pequeño y a la vez más
grande.
Los pensamientos inconcretos nacen en desorden al latir de un
corazón atenazado por el miedo.
Miedo a la no existencia, miedo a no sentir, a creerse muerto.
Porque al volar, suspendida en el aire y acunada por unas nubes
de terciopelo, todo es tan grande y tan pequeño, tan especial.
Sueños, ilusiones, lo que tienes, lo que anhelas, lo que dejas
atrás y aquello que sabes que nunca tendrás.
Sueños, ilusiones, latidos, susurros, interrogantes que no
nacen, respuestas que averiguar entre líneas escritas que no significan nada y
que a su vez suspiran por serlo todo.
Suspendida, balanceándome en el aire, entre en un mar de nubes
de energía y seda.
Vivos, muertos, ángeles de blancas alas que susurran un millón
de “te quiero”.
Amor, sonrisas, ilusiones, sueños.
Turbulencias de palabras, latidos imprecisos, gotas de sangre
que se escarchan al respirar de los copos de nieve del alma, revoltijo de
pensamientos.”
Melodramático ¿eh?
Así soy yo, aunque no siempre lo demuestre...
Nostálgica, melancólica, y muy, muy dramática xD
Y vosotros, cuando viajáis en avión...¿escribís?
¡Un abrazo y hasta la próxima!
Me parece una forma preciosa de matar el tiempo entre vuelo y vuelo. Es genial para calmarse, lo decimos siempre, pero es cierto que la escritura es terapéutica.
ResponderEliminarYo solo he volado una vez, como ya sabes (bueno, dos si contamos la ida y la vuelta) y la verdad es que yo, que tengo vértigo, me lo pasé como una enana entre las nubes, en aquel momento no escribí, recuerdo que estaba sumergida en la lectura de "Los clásicos también pecan", de Fernando Argenta.
El relato o reflexión, me ha gustado mucho, poético como siempre con unas metáforas poderosas, capaces de causar impacto en nuestro mundo interior. Y tiene ritmo, tiene mucho ritmo gracias a esas cadencias tuyas, a esas repeticiones a modo de estribillo.
¡Por muchos otros vuelos y palabras!
¡Abrazos de nubes!