Hoy quiero hablaros de algo que yo suelo utilizar
bastante, y que creo que es muy importante a la hora de describir y mostrar los
sentimientos de nuestros personajes.
Los paisajes-clima y los sentimientos.
¿Pueden caminar de la mano? ¡Claro que sí!
Para mí es un recurso primordial, no sé vivir sin
él.
Y como ya adelantaba Carmen en los comentarios del
anterior artículo, (me conoce demasiado bien, tenemos puntos en común y siempre
se me adelanta…ay, asturiana mía), los autores románticos lo utilizaban y qué
bien lo hacían…nos robaban el alma y nos hacían sentir cada escena junto a sus
personajes de una forma hechizante y verdadera.
¿Quién no se enamoró de joven en las clases de
literatura de “Las desventuras del Joven Werther”, de nuestro querido Goethe?
¿Quién no se sintió morir de amor? ¿Quién no se
sintió exultante durante la primavera? ¿Quién no sintió un torbellino de
sentimientos encontrados dentro del corazón con la llegada del verano? ¿Quién
no se sintió marchito durante el otoño? ¿Quién no volvió a soñar con un año
nuevo? ¿Quién no sintió a su corazón dejar de latir en invierno?
“Pues sí, así es. Del mismo modo que la naturaleza
tiende hacia el otoño, se va haciendo otoño en mí y en cuanto me rodea. Mis
hojas amarillean y ya han caído las hojas de los árboles vecinos.”
Fragmento de Las
Desventuras del Joven Werther, de Johann
Wolfgang Von Goethe.
Como os comentaba la semana anterior, tengo una
infinita predilección por los paisajes oscuros y por la climatología adversa. Y
me gusta mucho utilizarlo como medio para expresar los sentimientos de mis protagonistas.
Aquellas personas que hayan leído mis relatos, o
alguna de mis novelas, o las reseñas de éstas, ya se habrán dado cuenta de esa
tendencia mía de mezclar el clima con los sentimientos. Pero ¡oiga!, que no lo
inventé yo…¡que ya existía!
Y la culpa es de los autores que hace años me
robaron el corazón. Aunque también quizá sea culpa de mi tendencia hacia el
dramatismo y a la melancolía…
Creo que son esos paisajes oscuros y umbríos los que
más pueden ayudar al escritor en su tarea de transmitir al lector los
sentimientos de sus personajes.
Cuando nos hacemos eco de un paisaje así, el carácter
de la ambientación exterior se va difuminando hasta tal punto que puede llegar
a influir en el estado de ánimo de nuestros personajes, o incluso meterse
dentro de él y ayudarlo a encontrar esa chispa que necesita para sentir de una
determinada manera, para arrancar y decidirse de una vez por todas a seguir en
pie.
¡Me explico!
Cuando el ambiente que rodea a nuestros personajes
es de un sol radiante o caluroso, también puede ofrecernos un punto de vista
triste, no necesariamente tiene que ser acorde a una algarabía de sonrisas,
pero puede hacer que el personaje se sienta a mil años luz de lo que le rodea.
Y eso no nos interesa porque si nuestro personaje se siente a años luz del
ambiente que le abraza, el lector se sentirá también alejado tanto del paisaje
como de nuestro personaje.
Necesitamos una atmósfera que lo envuelva todo. Más
allá de las letras.
Sin embargo, creo que es dentro de la ambientación
oscura donde podemos jugar con nuestros personajes para ayudarles a culminar la
cúspide de su propio éxtasis emocional.
Una noche oscura, no solo nos da juego para que
nuestro personaje se refugie en ella si se siente triste, y de esa manera
sentirse perdido sin que nada le recuerde que ahí afuera todo va mejor, sino
que además, en las estrellas de la noche, que siempre brillan aunque la
contaminación atmosférica y la niebla no nos dejen verlas, puede encontrar una
guía luminiscente para salir de su pozo negro y sentirse mejor.
En un paisaje de densa niebla que asfixia los
pulmones puede sentir que ha perdido el rumbo, que se encuentra varado en mitad
de la nada sin saber hacia dónde dirigir sus pasos, pero también encontrará la
fuerza necesaria para seguir respirando, para seguir luchando por avanzar, por expulsar
esa angustia que le atenaza y que le impide ser quien quiere ser. Porque si
algo tenemos bien arraigado los seres humanos es nuestro carácter de lucha,
somos expertos en sobrevivir hasta nuestro último suspiro, aunque no siempre
nos demos cuenta de ello.
De la espesura de la niebla también puede surgir una
sonrisa hechizante, alguien que no esperamos, algo que no imaginábamos, y que
de repente irrumpe en nuestras vidas y nos descoloca todos nuestros
pensamientos.
Detrás del sol hay más sol, en sus rayos radiantes
hay una luz inmensa, ¿pero qué sucede cuando en el exterior hace sol y dentro
del alma sentimos un frío infinito? Pues que nuestro personaje se sentirá más
hundido todavía porque no consigue enfatizar con el ambiente, y no tendrá
ánimos para luchar. Esa luz cegadora lo dejará totalmente ko y se dejará llevar
por la desesperanza.
En la lluvia tendremos a la mejor compañera de
suspiros y lágrimas, nuestros personajes se sentirán abrazados por esa
nostalgia que desprende cuando las pequeñas gotas se resbalan por el cristal, y
sentirán que la tristeza no es tan imperecedera, porque sobre el vidrio están
muriendo las delicadas partículas de agua y ellos aún están vivos. Aún están
vivos y pueden luchar, y el agua derramada puede limpiar los sentimientos
estancados, y con el arcoíris de después, con el sol de brujas, todo puede
verse de forma diferente.
En las noches de rayos y tormentas, las atormentadas
dudas que nos bombardean serán menos ruidosas, y con la llegada de la calma
nacerán nuevas vías de escape y supervivencia.
En los acantilados escarpados de bravo oleaje
tenemos el recurso perfecto para explicar la maraña de dudas o de sentimientos
dentro del alma.
En los lagos cristalinos donde el agua refleja las
montañas, tenemos una oportunidad para que nuestro personaje se divise sin
miedos, sin ataduras, sin sombras.
Y en las sombras, ufff, en las sombras tenemos un
montón de miedos anhelantes de sangre fresca, tenemos seres sobrenaturales que
caminan junto a nosotros esperando su momento para atacar, tenemos ángeles de
la guarda que nos miman y nos protegen. En las sombras tenemos sentimientos
cavernosos, dualidad de pensamientos, lo que somos y la sombra que nos recuerda
lo que podemos ser.
En los copos de nieve tenemos la pureza de nuestra
alma, nuestra esencia dormida y congelada, y en las nubes negras sobre nuestra
cabeza los miedos se harán más presentes, pero acabarán alejándose. Porque no
hay tempestad que dure eternamente.
Yo utilizo el clima para ayudarme en él a la hora de
describir los sentimientos de mis personajes, y creo que no dejaré nunca de
hacerlo. Puede que parezca muy trillado, que el lector de mis obras pueda
cansarse de que lo utilice, o que crean que intento copiar a los grandes
escritores románticos de atmósferas oscuras y tintes melancólicos, o incluso
victorianos, me da lo mismo.
No sería yo misma si no utilizaría este recurso.
Porque yo misma, como persona y a veces como personaje dependiendo del relato,
me siento muy acorde con la climatología, camino de la mano del viento, de la
lluvia, de la niebla y de las noches oscuras. Bailo entre las sombras y me
balanceo entre las olas repletas de tempestades. Me creo valiente en las
adversidades. Porque así soy yo.
Y sí, cuando hace sol me agobio y me cabreo, y me
derrito y desfallezco, y a veces también sonrío. Pero me gusta mucho más sonreír
cuando en la calle está nevando y mi sangre calentita me recuerda que soy más
fuerte de lo que muchos creen y de lo que a veces yo misma me creo.
¿Y vosotros? ¿Sois de los que suspirabais con
Goethe?
Y por adelantarse e intuir de lo que iba a hablar,
este artículo se le dedico a mi norteña preferida, a mi Carmen María Cañamero.
¿Sois de los que utilizáis este recurso
sentimental-climatológico?
O una vez más, se me va la pinza demasiado y no
pensáis estas cosas con antelación…
¡Contadme! Estoy deseando saber vuestros secretos y
la forma en la que trabajáis los sentimientos.
¡Gracias a todos por leer! ¡Un abrazo!
¡Gracias a todos por leer! ¡Un abrazo!
Querida Beka!
ResponderEliminarCuanto tiempo que no te dejo un comentario por aquí... ¡Que incorrección! (como diría Dustin Hoffman en Hook)
Me encanta el tema que has escogido para este artículo y me encanta, que hayas escogido la obra más íntima de Goethe (una de mis preferidas, además); disfruté con el Fausto, pero "las desventuras del joven Werther" son una gozada.
Los paisajes muchas veces esculpen nuestra personalidad, suena a tópico por no es lo mismo un gaditano que un gallego, el lugar en el que vives te afecta. La abundancia de sol, las lluvias, el calor, el frío, la niebla, las horas de luz... Todo afecta y es importante reflejar eso en nuestros escritos, lo dices muy bien: los autores románticos sabían enamorarnos con los paisajes.
Muy buen artículo, Beka. Un abrazo!
Me ha encantado tu entrada, amiga :)
ResponderEliminarTú que me conoces bien sabes lo mucho que gusta este recurso, a pesar de que no lo utilice siempre. Soy igual en literatura y en música, los compositores del romanticismo me pierden
* . *
Las veces que me apoyo en esta unión del mundo interior con el clima suelo escuchar a: Hugo Wolf, Chopen, Grieg, Dvorak y Camille Saint Saens (hablé en Epidemia de su Danza Macabra)
Te los recomiendo, quizá te ayuden a envolverte todavía más de esa atmósfera que tanto nos gusta.
¡Abrazos!