¿Os gusta la lluvia?
A mí personalmente me encanta.
Es indescriptible la sensación que puede llegar a
producir dentro de mí tan solo con escucharla, ya no os digo nada con sentirla
acariciar mi rostro…
Es tal mi amor por ella que es capaz de reconstruir
mi alma. Y no tengo ningún reparo en admitirlo. ¡La lluvia puede con todo! Es
capaz de limpiar y arrastrar todo lo que sobra. En mi caso me relaja tanto que
saca de mis venas aquello que me lastima.
Cuando estoy triste, cuando algo me preocupa, cuando
me siento pequeñita, me basta una tarde de lluvia golpeando la ventana, para
sentir cómo ese lado melancólico de mi alma se purifica y comienza a sonreír.
Me gusta tanto que si además de a la lluvia le
sumamos la nocturnidad y la soledad, puede resultar en horas de escritura
productiva. Consigo más palabras en el contador cuando las gotas de agua se
deslizan sobre las rendijas de la persiana, cuando golpean el cristal con su
transparente silueta, cuando la melodía que marca su baile penetra en mi
corazón.
¿Pero qué sucede cuando no hay lluvia? ¿Entonces no
escribes?
¡Claro que escribo! Me paso el día escribiendo,
porque aunque sea cuando estoy imaginando las ideas que después escribiré, en
mi mente estoy elaborando ese proceso, estoy escribiendo en libretas
invisibles. ¡Ay, qué bueno sería poder transcribír cerebro-papel de forma
instantánea ¿verdad?
Pero no escribo con la misma intensidad.
Por eso me pongo mi música preferida o busco
canciones que sean capaces de arañar mis venas como lo hacen las delicadas y
flotantes gotitas.
Y en ocasiones, como la última noche de escritura a
toda pastilla, como soy de las que escribe con un auricular puesto y con el
otro no, tuve la gran suerte de tener lluvia golpeando la persiana gris del
salón en uno y por el otro las voces de Bono
y Bob Dylan. ¿Soy afortunada o no?
¿Y cuándo solo quiero lluvia?
Si solo quiero lluvia y no hay lluvia…¡Zas!
¡Genial invento el Youtube!
Me basta con poner la palabra lluvia en la ventanita
de búsqueda para encontrar numerosos vídeos dónde elegir. Hay para todos los
gustos, incluso con tormentas de truenos incluidas.
Recientemente he encontrado un vídeo de música
relajante con lluvia en el canal de uno de mis youtubers preferidos: “Adrian Von Ziegler”.
Además es música compuesta por él, por lo que lo hace todo mucho más especial. ¡Atent@s a este chico suizo, de verdad que merecen la pena sus composiciones!
Algo tiene el sonido de la lluvia que relaja, que
calma los latidos de la sangre, que lo torna todo mucho más lento, más para
saborear.
¿Os imagináis paladeando un café mientras la lluvia se desliza por la
ventana? ¿Un beso húmedo mientras unas gotas tibias acarician el cristal de un
coche?
Algo tiene en su esencia que te ayuda a saborear los pequeños detalles,
a envolver las caricias y los gestos, a dar color y calor a las miradas, y que,
sin pretenderlo, te ayuda a narrar ciertas escenas con la delicadeza que
merecen, con ese tiempo de más que merecen.
Porque con el baile de la lluvia todo se ve de forma
distinta, más etéreo, más ligero, rodeado de fantasía, de eternidad, de belleza
indómita y salvaje.
Porque solo el agua es capaz de limpiar, de
purificar, de congelar, de sanar y cerrar heridas.
Porque solo la lluvia consigue transportarme a ese
momento exacto en el que la naturaleza una vez más me salva de mí misma, de mis
tormentos, de mis ansiedades, de mis miedos.
Porque solo la lluvia consigue reconectarme con esa
parte de mi alma que me hace ser quién soy, con esa parte de partículas de
energía que me susurran que voy por buen camino.
¿Os gusta la lluvia? ¿Pensáis que puede
purificarnos? ¿Qué su sonido puede relajarnos?
¡Contadme lo que os purifica!
¡Un abrazo readers!
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